sábado, 17 de diciembre de 2011
Prohibido el paso... anécdota de navidad
jueves, 13 de octubre de 2011
Duérmete en mis brazos
Mientras tu pequeña mano acaricia mis cabellos y tus ojos me hablan desde el silencio en que me envuelves
Quiero sentir que estas ahí con las manos entrelazadas en tu regazo mirando mi respirar pausado y que en un arrebato de ternura cerrando tus ojos hermosos besas mi frente
Quiero soñar con tu mirada franca. Esa mirada para quien no tengo secretos. Quiero que tu mirar limpio me desnude el alma y quedar ante ti pobre e indefenso
Quiero tomar tus manos entre las mías. Apoyar en tu frente mi frente. Acariciar con mi mejilla tu mejilla y que nuestros labios se encuentren. Que me beses y besarte. Sentir en un beso que me quieres y quererte con un beso
Y después dormirte en un abrazo y que sueñes que yo estoy cuidando tu inocente sueño
Duermete en mis brazos que yo ya duermo en tu regazo.
miércoles, 21 de septiembre de 2011
Por quién tocaron las trompetas
Me hicieron recordar. Recordé por ejemplo aquél 26 de noviembre de 2004 en que tuve la oportunidad de ver a Juan Pabo II en el Aula Pablo VI en el Vaticano. Recordé su figura cansada pero firme que entraba por aquel largo corredor. Recordé el esfuerzo profundo que hacía para pronunciar cada palabra. Recordé que le tuve a unos cuantos metros de distancia y se me enchinó la piel.
No pude entrar esta mañana a la Catedral, solo caminé un poco por el atrio y después me salí al parque. Y al ver la larga fila que hacia varias curvas y que podría incluso dar varias vueltas a la plaza seguí recordando. Viví de nuevo aquella experiencia de ver una fila de gente darle vuelta y media a la Plaza de San Pedro también en el Vaticano para pasar unos segundos delante de su tumba. Recordé las hileras e hileras de personas reunidas a lo largo de las calles del Distrito Federal en México para verle pasar en el Papamóvil.
Recordé mientras caminaba por la plaza y también me puse a pensar. Pensé que quien era capaz de seguir convocando tanta gente aun después de muerto. Pensé si no sería la Iglesia una de las pocas, si no es que la única organización que no necesita contratar gente para llenar sus "eventos". Pensé que a cuantas de esas personas que estaban ahí no les hubiera gustado verlo en vida y yo había tenido esa posibilidad. Pensé que los vendedores ambulantes que merodeaban por ahí gritando "lleve la foto con las reliquias" "como lo vio ahorita, lleve la foto" banderas del Vaticano, lleve sus banderas" quizá no sabían exactamente qué cosas eran unas reliquias.Y pensé más cosas.
Como a eso de las nueve de la mañana, en el mismo parque, algunas personalidades del gobierno local tenían un acto frente a una estatua de Miguel Hidalgo. Le colocaron una corona de flores mientras un policía hacia sonar la trompeta. Yo, como estaba lejos, no logré ver que era un acto cívico. Solo escuche la trompeta. Tocaba como se toca por un general muerto en batalla. Y lo relacioné con el difunto Papa.
Eso fue lo último que pensé. Y no solo lo pensé. Me enchinó la piel y casi me hizo saltar lágrimas de los ojos. Era como un último tributo dirigido a él. La gente le lloró y hoy que "visitaba" mi ciudad, también las trompetas le lloraban. Las trompetas tocaron por él como se toca por un general que había dado su vida, sí, hasta el último aliento de su vida, ahí, en el fragor de la batalla.
sábado, 10 de septiembre de 2011
Como si no pasara nada...
jueves, 8 de septiembre de 2011
Recuerdos
Y en mi alma la soledad y el recuerdo se mezclaron y la mezcla produjo la nostalgia. Salí a la azotea y el aire frío de una noche limpia acrecentaba el fuego tenue de la nostalgia.
Ahora pasa ante los ojos de mi recuerdo una silueta que poco a poco va cobrando nitidez. Una persona con quien irremediablemente me he encariñado. Yo me encariño con las circunstancias, y esta persona se coló en una serie de circunstancias y quedé como ya he dicho antes, irremediablemente encariñado.
La nostalgia se diluyó de nuevo en el recuerdo y un calor casi sensiblese fue expandiendo por mi cuerpo. De pronto me vi entre los brazos de quien estuve platonicamente enamorado.
Volví a oler la soledad y me quedó un sabor agridulce y el frío comenzó a hacerme temblar. Sonreí conmigo mismo. Una estrella me hizo un guiño y entré nuevamente en casa.
-¿Qué hacías en el techo?- me preguntaron
-Trataba de ver el atardecer- y sentí arder en mi una llamita del recuerdo.
miércoles, 31 de agosto de 2011
No llores Luna
Hoy vi llorar a la Luna
Lagrimas de sangre y plata
Lagrimas de dolor y ternura
Las de dolor, escarlatas
Las de plata, con amargura
En silencio me acerque
¿Por qué lloras, blanca señora?
Que dolor tu alma perfora
Que sanarlo intentaré
Ella me miró con dulzura
Sonriendo con cierta tristeza
Sería una proeza
Sanar lo que me desfigura
El corazón
Mas te lo confiaré
A ti que eres poeta
Para que si no lo sanas
Al menos llores conmigo
Y tus lágrimas de vidrio
Aclaren mi rojo llanto
Hace ya tiempo que brillo
Noche y noche sin descanso
Un mortal me enamoró
Con un audaz y dulce canto
Y mi corazón tocó
Volvió de sangre
Lo que era fría plata
Y a mi blanca hermosura
Le dio el calor de la ternura
Me enseñó a tener compasión
En el día soñaba su voz
De noche para el brillaba
Pues decía que yo lo inspiraba
E hinchaba su corazón
Hoy quisiera estar con él
Y no sé cómo lograrlo
Si hacer estrellas con sus cantos
O hacerme yo como él
Más si me hiciera humana
Acaso ya no me amaría
Además que dejaría
De brillar al caer el día
Si lo hago a él como yo,
Perderá su corazón?
O su voz se extinguirá?
Ahí tienes mi dolor
Quien jamás pensaría
Ver llorar sangre a la Luna
Hoy lloro como ninguna
Y decirlo no me avergüenza
No había ella acabado
Cuando ya también yo lloraba
Por qué lloras poeta,
Me dijo la blanca enamorada
Porque tu pena taladra
No solo mi corazón
Sino hasta mi misma alma
Yo soy, yo tu poeta
Quien te tiene encantada
Quien dio el calor de la sangre
A tu corazón de plata
No llores más luna hermosa
Que el llanto afea tu cara
Yo haré versos o prosa
Hasta fundirme en tu alma
Tú serás mi blanca reina
Y dueña de toda mi alma
Seré tuyo como la noche
Pálida o estrellada
Oscuro cuando tu no estés
Brillante para cuando salgas
No llores más mi princesa
Borra tu llanto escarlata
Y que mis lágrimas de vidrio
Se mezclen con las tuyas de plata
Ya eres dueña de mis cantos
Y razón de mis palabras
Hoy cuando caiga la noche
Dormiré a las estrellas
Y te besaré con ellas
Aunque el cielo me lo reproche
Te envolveré con su manto
De negro aterciopelado
Y después como un suave canto
Ya no me iré de tu lado
Ya ha caído la noche
He de cumplir mi palabra
Me voy a vivir con la Luna
Me voy a estar con mi amada
Este es el testamento
De un poeta enamorado
Si me buscan, vean al cielo estrellado
Y tal vez allí me encuentren
Enlazando dulces palabras
Para mi blanca princesa
Si la ven sonreír
También sonrían con ella
Pues ahora es feliz
Por estar con su poeta.
domingo, 28 de agosto de 2011
Eres vida para mi
Desde la oscura negra tumba de mi noche
Vi brillar un resplandor del día
Pequeño fulgor que hacia a mi venia
Desafiando el negro temor que lo envolvía
No quise creer lo que veía
Y de mis ojos cansados no me fiaba
Mi mente aletargada despertaba
Y era por ti que mi corazón otra vez latía
Rayo de luz que sin querer rompías
Las negras mortajas de mi alma muerta
Y alumbrabas mi camino hacia la puerta
De la vida misma a que me devolvías
No pensé que tu morir quisieras
Más bien reía porque me levantabas
A qué si no, donde la muerte entrabas?
Mas que a morir o a que me revivieras
Por que razón tu vida arriesgabas
Bajando al pozo oscuro de la muerte?
No lo se
Solo sé que de tu luz me enamoré
Y por ti del abismo regresé.
Yo no te dejaría morir
Ni que tu resplandor de luz se acabe
Pues al apagarse, ¡¿quien lo sabe?!
Si dejaría también yo de existir
Pequeño fulgor de luz de día
Hoy que te contemplo comprendí
Que sin tu luz sería un alma vacía
Porque tú eres vida para mí.
sábado, 20 de agosto de 2011
Mi visión analógica de Harry Potter 1
- Bajo una mata de pelo negro azabache, sobre la frente, pudieron ver una cicatriz con una forma curiosa, como un relámpago.
- Después de todo, "el-que-no-debe-ser-nombrado" hizo grandes cosas. Terribles, sí, pero grandiosas (Cap. 5. Ollivander a Harry)
- ¡Ah! la música -dijo, enjugándose los ojos- Una magia más allá de todo lo que hacemos aquí. (Cap 7 Dumbledore)
- Pero desde aquel momento, Hermione Granger se convirtió en su amiga. Hay algunas cosas que no se pueden compartir sin terminar unidos, y, derribar a un troll de tres metros y medio es una de esas cosas (Cap. 10)
- Es curioso lo miope que se puede volver uno al ser invisible (Cap. 12)
- No es bueno dejarse arrastrar por los sueños y olvidarse de vivir (Cap. 12)
- Después de todo, para una mente bien organizada, la muerte no es más que la siguiente gran aventura
- El problema es que los humanos tienen el don de elegir precisamente las cosas que son peores para ellos
- El miedo a un nombre aumenta el miedo a la cosa que se nombra.
- La Verdad es una cosa terrible y hermosa, por eso debe ser tratada con cuidado
- Dumbledore es un hombre muy especial. Yo creo que quería darme una oportunidad. Creo que él sabe mas o menos todo lo que sucede aquí. Acepto que debía saber que lo íbamos a intentar, y en lugar de detenernos, nos enseñó lo suficiente para ayudarnos. No creo que fuera por accidente que me dejó encontrar el espejo y ver como funcionaba.
domingo, 31 de julio de 2011
Cuento corto
Amaneció como los otros días. El joven estudiante se desperezó. Se estiró un poco en la cama. Internamente contó hasta tres y se levantó. De camino a la universidad se topó con el policía uniformado de azul, con el barrendero que silbaba una desconocida, inacabada y melancólica melodía. Vio de reojo la figura casi estatuesca del conserje de la universidad y siguió su camino sin detenerse hasta su mesa banco. Qué desperdicio de tiempo –pensó- podrían aprender un idioma, aprender algo nuevo y mejorar su nivel de vida… ganar más dinero, ser más felices, cambiar el mundo.
Como los otros días atendió casi sin pestañear las elevadas y deshilachadas palabras de los diversos profesores. Mientras tanto, en los pupitres de al lado, un par de jóvenes vagaban perdidos el uno en los ojos de la otra y la otra en los ojos del uno, imaginando cuentos de castillos medievales y de princesas dulces y frágiles en espera de un beso que les devolviera el calor de la vida a sus fríos y entumecidos miembros. Al otro lado, otro joven estaba muy lejos de captar ni una de las palabras enredadas del intelectual ya que se entretenía, más que enredando, tejiendo con fineza frases y palabras en versos alegres y sonantes. Qué desperdicio de tiempo –pensó como los otros días- podrían preocuparse por ser más instruidos y así cambiar el mundo, en lugar de perderse en sus tonterías. Y volvió a casa como los otros días.
Como algunos otros días, se detuvo un momento en una iglesia para rezar. Miró un gran Cristo barroco que pendía lastimosamente de una cruz también barroca. Una comunidad de fervorosos monjes cantaban dulcemente notas dulces de un vigoroso canto gregoriano. No pudo el joven estudiante reprimir un pensamiento excusándose antes ante el Cristo. Qué desperdicio –pensó- con esas voces tan hermosas podrían elevar el mundo a Dios, en vez de estar enterrados en este claustro tan alejado y escondido.
Saliendo de la iglesia, pasó por el cementerio de los monjes, donde con asombro pudo ver que yacían descansando en la paz de esos solitarios parajes doctores, maestros, licenciados, tanto en ciencias sagradas como profanas. Y brotó natural, como natural crecía la hierba entre las frías lápidas un lastimero pensamiento… qué desperdicio –pensó- estos pudieron enriquecer la ciencia y cambiar al mundo con sus mentes brillantes y en cambio aquí pasaron desapercibidos.
Un poco más lejos advirtió la figura, más fuerte que robusta, de un joven con su anciano padre que juntos cavaban una fosa. Qué desperdicio de fuerzas –pensó el joven estudiante- y todo para seguir viviendo de ese mismo modo… y el joven se lo trasmitirá a su hijo, y el hijo al hijo y así… pudiendo emplear esa fuerza en otros sitios y ganar más dinero y mejorar su vida y ser más felices… qué desperdicio –pensó igual que tantos otros días.-
Y los días pasaban como pasa un pensamiento. Las noches se sucedían como se sucedían las ideas del joven estudiante. Y el joven estudiante dejo de ser estudiante y empezó a trabajar. Y buscó no desperdiciar su tiempo en cines, diversiones o reuniones sociales. Pronto el empezó a ser un egregio profesor de la universidad renombrada y se sintió orgulloso al escucharse a sí mismo elaborando altas elucubraciones. Aprendió nuevos idiomas, elevó su nivel de vida, pretendió ganar más dinero buscando ser más feliz, queriendo cambiar el mundo. Como otras ocasiones anteriores, tuvo un pensamiento… que desperdicio –pensó- de aquellos que no buscan aprovechar todo como yo…
Y el tiempo pasó, y el joven a más de ya no ser estudiante, dejó de ser joven. Los años le cubrieron de gris los cabellos y de piedra el corazón. Sólo podía felicitarse a sí mismo por lo bien que aprovechaba todo y reprochar internamente la conducta de los demás. El tiempo pasó y Dios le llamó a su presencia.
“Señor, qué desperdicio” dijo no apenas llegar a la presencia del Padre celestial. “tanto tiempo esforzándome por cambiar el mundo… y ahora me llamas en este preciso momento. ¿por qué no haces que los hombres aprovechen mejor lo que tiene o pueden tener, por qué no mandas… por qué no haces, por qué…”
Y Dios que es toda paciencia y que tiene miles de años de experiencia en el trato con los hombres, le dejó hablar y desahogarse. Después, sin decir ninguna palabra le invitó a presenciar lo que ocurría en la Tierra en ese instante.
Una señora se preocupaba por el cadáver de un vecino que se había quedado sin nadie que velara por él. “qué desperdicio, Señor; por qué meterse en algo que no le incumbe” momentos después, pagaba de su propio dinero para que le dieran cristiana sepultura. Un sacerdote de estupenda y vigorosa voz, cantaba con fervor el réquiem acompañado por un coro de monjes. Dos hombres, uno anciano y otro más joven, cavaban la fosa al tiempo que elevaban una sencilla oración por el alma de quien sepultaban. Y vio como esas acciones, esas sencillas plegarias conmovían el rostro Divino y le eran gratas.
Pero Señor, ¿cómo puede la gente dejar su vida de por sí ya corta en esas nimiedades? Yo realmente me esforcé por cambiar el mundo.
viernes, 22 de julio de 2011
Pocas palabras
lunes, 13 de junio de 2011
Tus ojos y tu boca
Llueve. Es de noche. Es noche y llueve. Pero no es una lluvia torrencial. No, no es lluvia fuerte. Es lluvia tranquila pero constante. Larga. Interminable. Las gotitas caen melancólicamente. No golpean ni el suelo ni la hierba ni los cristales de las casas ni sus techos… los besan.
Y así como el agua besa la tierra… pienso en ti. Te veo recostada en mi pecho. Mis brazos te rodean. Quiero besarte. Te quiero besar y no puedo. Estás lejos. La lluvia sigue cayendo. Sigue acariciando los cristales, sigue abrazando el campo, sigue lloviendo.
Es de noche. Me encantan las noches. Llueve, me fascina la lluvia. Las gotas que caen me susurran tu nombre. No me lo gritan… porque es una lluvia melancólica. Es lluvia que arrulla. Y nada me arrulla mejor que escuchar suavemente tu nombre. Pienso en tu voz… tus ojos y tu boca.
Tus ojos grandes de limpio mirar. Tu boca fina, silenciosa, desafiante. Tu voz tímida al igual que tu sonrisa. Pienso en ti. La distancia se hace agua, como el agua tímida que cae hoy en forma de lluvia, y al igual que la lluvia, me susurra tu nombre.
Llueve y pienso en ti. Aunque no lloviera, pensaría en ti. Pero llueve y la lluvia me trae tu nombre desde el cielo. Desde alguna de esas nubes lejanas y grises. ¿Te llevara también a ti mi nombre la lluvia? Quiero abrazarte. No puedo. ¿Quisieras que yo te abrace? Quiero besarte. Tampoco puedo. ¿Dejarías que te besara? Miro como el agua besa la tierra.
Tus ojos y tu boca. Tus ojos son un poco como el cielo. Ventanas al infinito. Es fácil ver en ellos cuando va a llover… cuando hace un día soleado y cuando uno despejado. Son hermosos y profundos como el cielo de Castilla en una noche estrellada.
Tu boca. Tu boca me cautiva. Es firme. Es sencilla. Es sutil. Tus ojos y tu boca, hermosa combinación. Dios se lució contigo. Tu boca es como ver el horizonte en una mañana desde la playa… no sabes dónde acaba el mar y donde empieza el cielo. Así es tu boca. Así son tus labios. Desván de muchos secretos.
Termina de llover de manera imperceptible, como quien se queda dormido después de haber llorado. No se da uno cuenta. Y así como quien se quedo dormido está soñando… así yo. Ha terminado de llover y, de manera imperceptible, te sigo recordando. Tu nombre sigue en mi mente. Tú sigues en mis brazos, tu cara contra mi pecho. Volteas hacia mi cara. Veo tus ojos… veo tu boca… tus ojos y tu boca. Ya no sé si estoy soñando o si estoy pensando. Solo quiero seguir soñando… tus ojos y tu boca.
viernes, 10 de junio de 2011
Están cerradas las Iglesias
Tiene ya un buen rato que no me pongo a escribir lo que pienso. Y si no lo escribo, para mí es como si no lo pensara. Refiriéndome claro, a aquellos temas que captan de modo particular mi atención. Sería imposible escribir todo lo que se piensa, creo yo.
Y hablando de temas que captan de modo particular mi atención, hace días hubo uno que llego a mi cerebro y ahí ha permanecido medio oculto, medio visible, y que quiero tratar de darle forma.
El hecho es el siguiente: Están cerradas las Iglesias. No sé, no es que sea algo malo ni una persecución anticlerical o anticatólica, no. No es que no haya sacerdotes o que se acabaran los oficios divinos, no. No es que ya los fieles no se acerquen a los templos o que los sacristanes estén en huelga, no. Es simplemente que están cerradas las iglesias. Me explico.
Por diversas circunstancias a lo largo del último mes, ha coincidido que pasó frente a varias iglesias, capillas o templos, como prefieran llamarles, a las horas en que está cerrado. Bien sea muy temprano por la mañana, bien sea a la hora de la comida o por fin, ya en la noche. Lo que pasa aquí es que a mí se me hace raro, es algo que “golpea” la vista el hecho que una iglesia esté cerrada.
Revolviendo un poco entre mis recuerdos, yendo a la época en que era aún niño, o más niño, no encuentro una imagen fija de un templo cerrado. Hasta donde recuerdo, a partir de las seis, máximo a las siete de la mañana, los templos ya estaban abiertos dispuestos a recibir a quien se acercara buscando a Dios o buscando cumplir un mandamiento. Por la tarde, mientras todos comían, el templo permanecía abierto o quizá cerraban durante una hora, una breve hora. Y al finalizar el día, pero solo al finalizarlo, es decir, prácticamente siempre después de las ocho u ocho y media de la noche, entonces sí, se cerraba el templo, ya cuando la noche pintaba de oscuro el cielo.
Hoy por hoy, sinceramente es una imagen que me choca un poco. Debe ser además porque un par de veces he intentado entrar a un templo en esas horas en que está cerrado. Seré sincero, no conozco los horarios. Me imagino que abrirán a las ocho de la mañana, cerraran para comer a las dos de la tarde; abrirán de nuevo a las cuatro de la tarde y a las siete o siete y media, ya los están cerrando.
No digo que esté bien o que esté mal. Simplemente es un hecho que llamo mi atención y me da qué pensar. Bueno, he de decir que los domingos en que hay Misa hasta tarde, sí, los cierran más noche. Pero espero que no sea símbolo ni que ayude a que la religión se convierta en una especie de servicio público más.
jueves, 3 de marzo de 2011
Perdí el autobús (segunda parte)
Sigo molesto. Una y otra vez me recrimino: ¡cómo pude haber perdido el autobús! Mi hermana se despierta, sale de su habitación y me ve. Primero sigue su camino sin más. Después como que se da cuenta de que algo anda mal. Me mira de nuevo. Dispara la pregunta "¿y ora?" ¿no te fuiste? como si no me lo hubiera ya recordado yo mismo bastante, me veo obligado a revelarlo una vez más y esta vez además en voz alta... PERDÍ EL AUTOBÚS.
Nunca pensé que un hecho tan simple pudiera adquirir tintes tan estresantes. Es más, nunca pensé que un hecho tan simple tomara tanta influencia en mi. En otras circunstancias no le habría dado mayor importancia. Al saber que perdía el autobús hubiera dicho: "paciencia, me voy en el siguiente" y se acabó. Pero esto se está ya haciendo muy cuesta arriba.
Ahora despierta mi otra hermana. A ella le temo más. Estoy viendo ya su burla al saber que he perdido el autobús y sinceramente ahora no estoy para burlas. Pongo cara de molesto. Aun así me pregunta una vez más el motivo de que esté aún en la casa a esa hora. Si supiera... si supiera que mientras ella aun dormia yo me desperté, me enojé, salí, tomé un taxi, fui a la central, cambie mi boleto, la chica del mostrador me regañó, regresé caminando a la casa, me ladraron y persiguieron unos perros... pero no. No lo sabe y no le daré el gusto de saberlo. Le contesto con un escueto pero de nuevo humillante: "perdí el autobús"
Bueno, no alargaré más mi relato. Solo enumeraré unos hechos más. El autobús que debia salir a las nueve quince, salio a las 10 de la mañana. Por ir a toda velocidad, casi chocamos un par de veces. Además de perder mi clase del lunes, perdí mi entrenamiento de Voley. Sin nada que hacer en casa empecé a ver la televisión y que se va la luz. Ah, y no comí.
Ya por la noche tomé, entre otras cosas, una decisión muy firme de levantar el ánimo, pues si ese había sido el primer día no me quería ni imaginar el resto de la semana. Así que en lugar de verlo como el primer día de la semana, lo vi como el ultimo día de un mes que estaba ya muriendo. Y pensar que todo comenzó por haber perdido un autobús.
En honor a la verdad, no todo fue absolutamente malo. Es más hubo una cosa muy muy buena y fue que pude hablar con Laura. Si no, ahora sí que creería en la mala suerte.
martes, 1 de marzo de 2011
Perdí el autobús (primera parte)
Ya llegando a la central voy más tranquilo, el aire fresco de la mañana me ha tranquilizado un poco, pero aun así debo presentar un aspecto de recién levantado. Los párpados los siento pesados todavía. La chica del mostrador, además de ser muy guapa es muy amable y me explica como cambiar el boleto. Luego me riñe un poquito porque se ha "desperdiciado" un asiento que otra persona quería. No se lo tomo a mal. Lo ha hecho de manera simpática.
Ya con mi boleto en mano, vuelvo a la realidad de haber perdido el autobús. Mi mente comienza a trabajar a toda velocidad. Primero me vuelvo a enojar con... no sé ni con quien enojarme. Pienso que no es buena manera de empezar la semana. Voy de regreso a la casa pero esta vez voy caminando. Necesito caminar, necesito pensar, necesito...
Enseguida comienzo a pensar en la cantidad de veces que he tenido que viajar... pierdo la cuenta, son demasiadas. Vienen a mi mente las estaciones de trenes de Burgos, España; la de Salamanca, las de Italia: Gozzano, Milán, Roma... pienso en el "Charles de Gaulle", en Malpensa, en Fiumicino y Ciampino... en el aeropuerto del DF... empiezo a frustrarme un poco. Sigo pensando en el "AutoRes" de Salamanca, en el de Madrid, en la Tapo, en la Central del Norte... en el aeropuerto de Monterrey... pienso en la central de Querétaro, en la de camiones de Torrelavega, en la de Cancun, pienso en el aeropuerto de Frankfurt de Alemania y en la famosa puntualidad alemana... Nunca, nunca he perdido un vuelo, tren, autobús, burro, taxi, camello.. ¡nada! Ni la puntualidad europea había podido conmigo. Definitivamente no es la mejor manera de empezar mi semana.
Mientras voy considerando todo esto, enfilo por una calle. Veo a lo lejos un perro. Conforme me acerco veo que es inofensivo. Cuando creo haber superado el peligro, de debajo de una combi junto a la que paso, sale ladrando una perra. Se le une el primer perro y comienza la persecución. Pensando no sé en que cosa, me freno, doy la media vuelta y los encaro... los amenazo con una moneda de cincuenta centavos recogida previamente en la calle. Se frenan ellos. Ladran. Dan la media vuelta. Yo me alejo caminando de espaldas. Pasa un "Chevy".
Sigo mi camino aun más agobiado. No puede ser. Es lunes, son las siete treinta de la mañana y ya llevo tres al hilo. Pienso en que si así estoy empezando me puedo esperar una semana bastante durita.
Vuelvo a hacer cuentas mentalmente. Me doy cuenta que me he quedado sin dinero para la semana. No, definitivamente no estoy empezando bien la semana. Y todo comenzó por haber perdido el autobús... (continuará)
miércoles, 2 de febrero de 2011
El periodismo en México
Más allá de la verdad, de las garantías ofrecidas por la Constitución, más allá de las libertades, está un gobierno casi omnipotente y más aun omnipresente que se ha encargado de cribar la información, de aceptar o vedar lo que quiere que sepa el pueblo. Y más allá aun de ese gobierno, hay un pueblo adormecido, unas voluntades anquilosadas esperando a ser satisfechas con un poco de sensacionalismo y verdades a medias, que no exijan mayor compromiso, que le permitan opinar sin riesgo de adentrarse en el tan temido campo del esfuerzo y trabajo por lograr un cambio positivo.
Este es el campo en que le toca moverse al periodismo mexicano. El de una sociedad que al igual que los antiguos romanos, parecían conformarse con “panem et circensis” pan y circo. Aquí la pregunta que me surge es: ¿hasta qué punto ha contribuido el periodismo mexicano a moldear este tipo de sociedad? Y digo a moldear y no a formar porque la sociedad mexicana desde el punto de vista informativo, no está formada, puede estar moldeada pero formada no está.
A mi parecer el periodismo mexicano se enfrenta a un reto muy importante y es el de sí, ofrecer la noticia en su integridad y con ese afán informativo, pero también al de la honestidad intelectual. Es decir, buscar ser objetivos y ofrecer juicios que no solo alimenten el morbo sino que nutran de verdad el juicio y la razón de las personas.
No se trata de que impongan un punto de vista, sino que ofrezcan varios de ellos para que cada uno pueda formarse un juicio firme, verdadero y objetivo.
Hace tiempo escuché una frase simpática: “cuando veas dos multitudes gritando, grita con la que más fuerte grita” ojalá en México el periodismo pueda ayudarnos a gritar todos juntos en favor de lo que nos conviene como país, superando diferencias ridículas y nos evite seguir desgastándonos unos contra otros. Yo aun creo que en el poder de la palabra.
sábado, 22 de enero de 2011
Besos con sabor a alcohol
Tenía el alma partida
Y partida por el llanto la mirada
Cuando te encontré también a ti perdida
Perdida y llorando desolada
Entre humo de tabaco y acordes tristes
Tristes acordes de un triste piano
Mis dedos se acercaron a tu mano
A tu mano que como el piano estaba triste
Sin querer fui buscando esas caricias
Caricias que el amor me había negado
Y en tus labios fui hallando las primicias
Primicias de un amor desesperado
Fueron con sabor a alcohol tus besos de pasión
Besos amargos, besos de despecho
Que no dejaron mi corazón satisfecho
Ni satisfecho quedó tu corazón
Tras un par de tragos, mi alma adolorida
Adolorida y cobarde, emprendió la retirada
Quedándome con el alma igual, partida
Y partida por el llanto la mirada
Una reflexión "al vuelo"
Frente a mi oficina, sobre las escaleras que van al segundo piso, había un nido de golondrinas. 3 polluelos tenía el nido. Sobre una lámpara...
-
Ricardo Morales Jiménez Democresia.es “Es que hoy, cuando un niño brilla desde el colegio todo el sistema está creado para machac...
-
Hola a todos... Hoy les quiero compartir una poesía de uno de mis poetas favoritos: José María Pemán . La poesía se titula: "Este Olivo...