sábado, 25 de septiembre de 2010
Escribo para ver
sábado, 18 de septiembre de 2010
Soñé que soñaba
Anoche soñé que soñaba
y a ti, sueño de mis sueños
en mis sueños te encontraba
Soñé que estando dormido
tu alma me visitaba
venía a velar mis sueños
a calmar mi alma angustiada
y ponías tus cándidas manos
sobre mi dormida cara
y luego besabas mi frente
y en silencio te marchabas
Y soñé que despertaba
y por no verte a mi lado
deshecho y desconsolado
en mi sueño te buscaba
Pero ya no te encontré
y mi sueño perturbado
ya no era lo que fue
¡te me habías escapado!
Y por no querer hacer
de ese sueño realidad
en sueños me volví a acostar
quise volver a soñar
Hoy por fin al despertar
noté que tú ya no estabas
y por no tener que afrontar
el hecho de verte perdida
si alguien me preguntaba
yo solo le respondía:
"anoche soñé que soñaba"
miércoles, 8 de septiembre de 2010
Pensamientos de un exiliado
... Era en el silencio de aquellas pacíficas noches frescas y estrelladas, cuando el viento me traía desde el otro lado del mar los olorosos recuerdos de mi tierra natal. Estos me penetraban hasta el corazón y enseguida mi alma sentía enormes deseos de volcarse sobre el papel. Si se lo permitía, entonces escribía apresuradamente y tras unos instantes todo quedaba como desahogado de ese sentimiento que le oprimía el pecho. Todo quedaba en gran calma como la noche misma. Y así continuaba los días esperando con ansia el momento en que pudiera volver a verla pero, ay, que ingrato es el hombre... para volver a pisarla.
De caundo en cuando esa espera se hacía terrible, insoportable. Me sentía solo y desprotegido. Parecía que ni yo mismo me entendía. Así se sucedían las noches. Noches cálidas de primavera; noches frescas de verano; noches frías de otoño y noches gélidas de invierno... el día no llegaba. Suspiraba ansioso por verla de nuevo pero esos suspiros lo único que lograban era hacer más larga la espera.
Así fue como aprendí a valorar la noche que en su silenciosa oscuridad me traía en su fresco viento caricias de mi patria. Sus cándidas estrellas eran como fríos besos con que intentaba consolarme y la luna, ah luna hermosa... como dejarte de lado blanca princesa que cada noche intentabas seducirme para hacerme olvidar por un momento mis pesares. A veces te dejabas ver allá arriba, solitaria y ufana por tu reluciente blanco. Otras, juguetona, te escondías por detrás de las ramas de los árboles y, ay como me hechizabas cuando toda llena y resplandeciente te presentabas casi tocando el ensombrecido suelo y pintando las nubes de amarillo.
Me pareció que comprendía a los enamorados que gemían por la ausencia de su amada... yo no amaba a nadie en concreto y sin embargo ese pesar seguía oprimiendo mi pecho. Si por lo menos hubiera contado con un amigo, lo que se dice amigo, en esos momentos con quien compartir mi desdicha, pero no. Me sentía incomprendido, no correspondido y aun así había algo que me empujaba a seguir esperando.
sábado, 4 de septiembre de 2010
Maltrata
Maltrata. Según me dijeron, el nombre proviene de que fue el pueblo más dañado en una erupción del volcán. Es el pueblo de mi abuela. La última vez que había estado ahí, fue hace más de quince años, precisamente cuando murió mi abuela. En aquel entonces estaba aun sin pavimentar, el lugar que ocupan hoy las casas lo ocupaban entonces más campos de siembra. Los burros y caballos han ido cediendo paso a los autos.
Sin embargo hay algo… algo que hace que el Maltrata de hoy, siga siendo el Maltrata de hace tantos años. Algo que sigue haciendo que al atardecer, cuando el sol se esconde tras las montañas, y el aire frío empieza a anunciar la llegada de la noche, puedas respirar profundamente y decir: “estoy en el pueblo”
Y es que cada pueblo tiene ese algo. Desde los pueblos resguardados por las montañas, como los que dejan que las olas del mar acaricien sus pies. ¿Qué será ese algo? ¿Acaso el tiempo? ¿Será el aire?, ¿serán las almas de lo que ya se fueron o acaso su simple recuerdo? En el pueblo parecería que el tiempo se detiene. O si no se detiene, que camina más lento.
Al atardecer he visto que de algunos techos de lamina empezaba a subir blanco, paciente, rutinario, un poco de humo. Se estaba preparando la cena. Tortillas quizá.
Los pueblos representan una parte muy especial en los paisajes de mi alma. Y es que los pueblos, muchos de los pueblos además de detener el tiempo, son capaces de colarse por una rendija del corazón.
Me voy de Maltrata, pero en cierto sentido me quedo. Algún día quizá otro pasante respire profundamente un atardecer de otoño y a lo mejor será capaz de percibir ese pedacito de mi alma que ahora forma parte de Maltrata. Y tal vez también se preguntará qué es ese algo que hay en cada pueblo…
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