miércoles, 8 de septiembre de 2010

Pensamientos de un exiliado

Este párrafo es de mi creación. Hay momentos en que tras mucho tiempo fuera de tu patria y de tu casa, sientes cierta nostalgia y te gustaria volver...



... Era en el silencio de aquellas pacíficas noches frescas y estrelladas, cuando el viento me traía desde el otro lado del mar los olorosos recuerdos de mi tierra natal. Estos me penetraban hasta el corazón y enseguida mi alma sentía enormes deseos de volcarse sobre el papel. Si se lo permitía, entonces escribía apresuradamente y tras unos instantes todo quedaba como desahogado de ese sentimiento que le oprimía el pecho. Todo quedaba en gran calma como la noche misma. Y así continuaba los días esperando con ansia el momento en que pudiera volver a verla pero, ay, que ingrato es el hombre... para volver a pisarla.

De caundo en cuando esa espera se hacía terrible, insoportable. Me sentía solo y desprotegido. Parecía que ni yo mismo me entendía. Así se sucedían las noches. Noches cálidas de primavera; noches frescas de verano; noches frías de otoño y noches gélidas de invierno... el día no llegaba. Suspiraba ansioso por verla de nuevo pero esos suspiros lo único que lograban era hacer más larga la espera.

Así fue como aprendí a valorar la noche que en su silenciosa oscuridad me traía en su fresco viento caricias de mi patria. Sus cándidas estrellas eran como fríos besos con que intentaba consolarme y la luna, ah luna hermosa... como dejarte de lado blanca princesa que cada noche intentabas seducirme para hacerme olvidar por un momento mis pesares. A veces te dejabas ver allá arriba, solitaria y ufana por tu reluciente blanco. Otras, juguetona, te escondías por detrás de las ramas de los árboles y, ay como me hechizabas cuando toda llena y resplandeciente te presentabas casi tocando el ensombrecido suelo y pintando las nubes de amarillo.

Me pareció que comprendía a los enamorados que gemían por la ausencia de su amada... yo no amaba a nadie en concreto y sin embargo ese pesar seguía oprimiendo mi pecho. Si por lo menos hubiera contado con un amigo, lo que se dice amigo, en esos momentos con quien compartir mi desdicha, pero no. Me sentía incomprendido, no correspondido y aun así había algo que me empujaba a seguir esperando.

1 comentario:

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Frente a mi oficina, sobre las escaleras que van al segundo piso, había un nido de golondrinas. 3 polluelos tenía el nido. Sobre una lámpara...