jueves, 3 de marzo de 2011

Perdí el autobús (segunda parte)

Llego a mi casa al rededor de las ocho de la mañana. Mi nuevo viaje está programado para las nueve quince. Subo las escaleras, entro a mi habitación que está hecha un desastre. Mi maleta en el piso, desbordando ropa. Mis tennis, mis chanclas. No sé por donde empezar así que me siento en mi cama, enciendo la computadora y me conecta a internet.

Sigo molesto. Una y otra vez me recrimino: ¡cómo pude haber perdido el autobús! Mi hermana se despierta, sale de su habitación y me ve. Primero sigue su camino sin más. Después como que se da cuenta de que algo anda mal. Me mira de nuevo. Dispara la pregunta "¿y ora?" ¿no te fuiste? como si no me lo hubiera ya recordado yo mismo bastante, me veo obligado a revelarlo una vez más y esta vez además en voz alta... PERDÍ EL AUTOBÚS.

Nunca pensé que un hecho tan simple pudiera adquirir tintes tan estresantes. Es más, nunca pensé que un hecho tan simple tomara tanta influencia en mi. En otras circunstancias no le habría dado mayor importancia. Al saber que perdía el autobús hubiera dicho: "paciencia, me voy en el siguiente" y se acabó. Pero esto se está ya haciendo muy cuesta arriba.

Ahora despierta mi otra hermana. A ella le temo más. Estoy viendo ya su burla al saber que he perdido el autobús y sinceramente ahora no estoy para burlas. Pongo cara de molesto. Aun así me pregunta una vez más el motivo de que esté aún en la casa a esa hora. Si supiera... si supiera que mientras ella aun dormia yo me desperté, me enojé, salí, tomé un taxi, fui a la central, cambie mi boleto, la chica del mostrador me regañó, regresé caminando a la casa, me ladraron y persiguieron unos perros... pero no. No lo sabe y no le daré el gusto de saberlo. Le contesto con un escueto pero de nuevo humillante: "perdí el autobús"

Bueno, no alargaré más mi relato. Solo enumeraré unos hechos más. El autobús que debia salir a las nueve quince, salio a las 10 de la mañana. Por ir a toda velocidad, casi chocamos un par de veces. Además de perder mi clase del lunes, perdí mi entrenamiento de Voley. Sin nada que hacer en casa empecé a ver la televisión y que se va la luz. Ah, y no comí.

Ya por la noche tomé, entre otras cosas, una decisión muy firme de levantar el ánimo, pues si ese había sido el primer día no me quería ni imaginar el resto de la semana. Así que en lugar de verlo como el primer día de la semana, lo vi como el ultimo día de un mes que estaba ya muriendo. Y pensar que todo comenzó por haber perdido un autobús.

En honor a la verdad, no todo fue absolutamente malo. Es más hubo una cosa muy muy buena y fue que pude hablar con Laura. Si no, ahora sí que creería en la mala suerte.

martes, 1 de marzo de 2011

Perdí el autobús (primera parte)

Oigo entre sueños la voz de mi madre que grita: ¡Miguel! y ya despierto vuelvo a escucharla. Faltan diez minutos para las siete de la mañana. Mi primer pensamiento: "ya perdí el autobús". Acto seguido me enojo un poco. Golpeo más o menos fuerte mi pierna mientras me cambio a toda velocidad. Salgo de la casa aun despeinado y hecho una pequeña furia por dentro... ¿Cómo no escuché la alarma, por qué no habrá sonado? doy vuelta en la esquina mientras hago cuentas mentales para saber de cuanto serán mis perdidas. Pasa un taxi, le hago la parada y subo.

Ya llegando a la central voy más tranquilo, el aire fresco de la mañana me ha tranquilizado un poco, pero aun así debo presentar un aspecto de recién levantado. Los párpados los siento pesados todavía. La chica del mostrador, además de ser muy guapa es muy amable y me explica como cambiar el boleto. Luego me riñe un poquito porque se ha "desperdiciado" un asiento que otra persona quería. No se lo tomo a mal. Lo ha hecho de manera simpática.

Ya con mi boleto en mano, vuelvo a la realidad de haber perdido el autobús. Mi mente comienza a trabajar a toda velocidad. Primero me vuelvo a enojar con... no sé ni con quien enojarme. Pienso que no es buena manera de empezar la semana. Voy de regreso a la casa pero esta vez voy caminando. Necesito caminar, necesito pensar, necesito...

Enseguida comienzo a pensar en la cantidad de veces que he tenido que viajar... pierdo la cuenta, son demasiadas. Vienen a mi mente las estaciones de trenes de Burgos, España; la de Salamanca, las de Italia: Gozzano, Milán, Roma... pienso en el "Charles de Gaulle", en Malpensa, en Fiumicino y Ciampino... en el aeropuerto del DF... empiezo a frustrarme un poco. Sigo pensando en el "AutoRes" de Salamanca, en el de Madrid, en la Tapo, en la Central del Norte... en el aeropuerto de Monterrey... pienso en la central de Querétaro, en la de camiones de Torrelavega, en la de Cancun, pienso en el aeropuerto de Frankfurt de Alemania y en la famosa puntualidad alemana... Nunca, nunca he perdido un vuelo, tren, autobús, burro, taxi, camello.. ¡nada! Ni la puntualidad europea había podido conmigo. Definitivamente no es la mejor manera de empezar mi semana.

Mientras voy considerando todo esto, enfilo por una calle. Veo a lo lejos un perro. Conforme me acerco veo que es inofensivo. Cuando creo haber superado el peligro, de debajo de una combi junto a la que paso, sale ladrando una perra. Se le une el primer perro y comienza la persecución. Pensando no sé en que cosa, me freno, doy la media vuelta y los encaro... los amenazo con una moneda de cincuenta centavos recogida previamente en la calle. Se frenan ellos. Ladran. Dan la media vuelta. Yo me alejo caminando de espaldas. Pasa un "Chevy".

Sigo mi camino aun más agobiado. No puede ser. Es lunes, son las siete treinta de la mañana y ya llevo tres al hilo. Pienso en que si así estoy empezando me puedo esperar una semana bastante durita.

Vuelvo a hacer cuentas mentalmente. Me doy cuenta que me he quedado sin dinero para la semana. No, definitivamente no estoy empezando bien la semana. Y todo comenzó por haber perdido el autobús... (continuará)

Una reflexión "al vuelo"

Frente a mi oficina, sobre las escaleras que van al segundo piso, había un nido de golondrinas. 3 polluelos tenía el nido. Sobre una lámpara...