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jueves, 30 de julio de 2020

Una reflexión "al vuelo"


Frente a mi oficina, sobre las escaleras que van al segundo piso, había un nido de golondrinas. 3 polluelos tenía el nido. Sobre una lámpara de seguridad lo fueron a colocar los pajaritos. A diario veía como los padres golondrina, solícitos, alimentaban a los polluelos y ansiaba el día en que vería yo iniciar las clases de vuelo para los bebés. Ese día no llegó pues debido a la ingente cantidad de excremento golondrinil que se juntó en las escaleras, alguien viendo por los intereses de su propia especie quitó no solo el nido, quitó también la lámpara de seguridad quedando al aire sólo un mísero cablecito. Me percaté de ello cuando oí un gran alboroto de piares y revuelos. Mamá y papá golondrina buscaban a sus polluelos, buscaban su nido, buscaban la lámpara. Y ni lámpara ni nido ni polluelos encontraron. Sentí mucha tristeza y coraje pero ciertamente no hice nunca por limpiar la popó del piso, medida que hubiera evitado el embargo de la propiedad. Tras toda una mañana de ajetreo en que se veían claramente confundidas y hasta “enojadas” las golondrinas (atacaron a varios pajaritos repetidas ocasiones) noté que no dejaron de rondar su terrenito. Hoy he visto que nuevamente están haciendo nido. Todo el día han traído ramitas, tierra y qué se yo qué más materiales de alta ingeniería y el mísero cable ya no parece tan mísero. Mísero quien creyó que quitando el nido se irían las golondrinas y sobre todo quien no respetó a los polluelos. 
La reflexión al vuelo: no te quedes en el tamaño de tu pérdida. Enfócate en volver a construir.


lunes, 27 de febrero de 2012

Disgresiones de un condenado


Volvió a suceder. No podía ser de otra manera, parece. Cae la noche y con la oscuridad se despiertan hoy, maldita la hora, mis demonios que creía haber sepultado. Un dedo justiciero me amenaza desde algún punto que no alcanzo a percibir: “te lo dije” tritura mi alma enrarecida.

Se despiertan esos demonios. Todos mis demonios. Que son solo como tres pero bien pesados los infames. Tratan de apoderarse de mí, me rodean, me acechan. Esperan el momento en que trate de conciliar el sueño para entrar en mi mente y torturarme sin piedad hasta que levante el alba. Te lo dije.

Ese remoto miedo que a fuerza de hechos fui enterrando hoy hace explosión. Mi mente corre a una velocidad enfermiza y no hay quien la detenga. Caigo en un vacío de vértigo donde el mismo dedo suspendido en la oscuridad me señala sin piedad a la vez que satura mis oídos con ese terrible enunciado: te lo dije.

Mis demonios se quieren apoderar de mi. Si no pudiste con la empresa que te tiene hoy prisionero de tus temores, ¿crees que podrás con otras? Se burlan. Me amenazan. Me empujan al abismo de la desesperanza.

Hoy sé que estoy condenado a una muerte lenta, penosa. Yo soy mi propio verdugo y mis demonios las cadenas que me atan. O más bien, estoy condenado a seguir viviendo. A estar por siempre conmigo mismo. Tanta oscuridad de esta prisión me embota la mente. No sé qué será de quien hoy soy.

jueves, 3 de marzo de 2011

Perdí el autobús (segunda parte)

Llego a mi casa al rededor de las ocho de la mañana. Mi nuevo viaje está programado para las nueve quince. Subo las escaleras, entro a mi habitación que está hecha un desastre. Mi maleta en el piso, desbordando ropa. Mis tennis, mis chanclas. No sé por donde empezar así que me siento en mi cama, enciendo la computadora y me conecta a internet.

Sigo molesto. Una y otra vez me recrimino: ¡cómo pude haber perdido el autobús! Mi hermana se despierta, sale de su habitación y me ve. Primero sigue su camino sin más. Después como que se da cuenta de que algo anda mal. Me mira de nuevo. Dispara la pregunta "¿y ora?" ¿no te fuiste? como si no me lo hubiera ya recordado yo mismo bastante, me veo obligado a revelarlo una vez más y esta vez además en voz alta... PERDÍ EL AUTOBÚS.

Nunca pensé que un hecho tan simple pudiera adquirir tintes tan estresantes. Es más, nunca pensé que un hecho tan simple tomara tanta influencia en mi. En otras circunstancias no le habría dado mayor importancia. Al saber que perdía el autobús hubiera dicho: "paciencia, me voy en el siguiente" y se acabó. Pero esto se está ya haciendo muy cuesta arriba.

Ahora despierta mi otra hermana. A ella le temo más. Estoy viendo ya su burla al saber que he perdido el autobús y sinceramente ahora no estoy para burlas. Pongo cara de molesto. Aun así me pregunta una vez más el motivo de que esté aún en la casa a esa hora. Si supiera... si supiera que mientras ella aun dormia yo me desperté, me enojé, salí, tomé un taxi, fui a la central, cambie mi boleto, la chica del mostrador me regañó, regresé caminando a la casa, me ladraron y persiguieron unos perros... pero no. No lo sabe y no le daré el gusto de saberlo. Le contesto con un escueto pero de nuevo humillante: "perdí el autobús"

Bueno, no alargaré más mi relato. Solo enumeraré unos hechos más. El autobús que debia salir a las nueve quince, salio a las 10 de la mañana. Por ir a toda velocidad, casi chocamos un par de veces. Además de perder mi clase del lunes, perdí mi entrenamiento de Voley. Sin nada que hacer en casa empecé a ver la televisión y que se va la luz. Ah, y no comí.

Ya por la noche tomé, entre otras cosas, una decisión muy firme de levantar el ánimo, pues si ese había sido el primer día no me quería ni imaginar el resto de la semana. Así que en lugar de verlo como el primer día de la semana, lo vi como el ultimo día de un mes que estaba ya muriendo. Y pensar que todo comenzó por haber perdido un autobús.

En honor a la verdad, no todo fue absolutamente malo. Es más hubo una cosa muy muy buena y fue que pude hablar con Laura. Si no, ahora sí que creería en la mala suerte.

Una reflexión "al vuelo"

Frente a mi oficina, sobre las escaleras que van al segundo piso, había un nido de golondrinas. 3 polluelos tenía el nido. Sobre una lámpara...