miércoles, 20 de octubre de 2010

Deambulando, divagando

Salgo de la casa como a las seis de la tarde. Camino primero sin rumbo fijo. Luego, decido pasar por la plaza. Si me pidieran que con un par de pinceladas describiera la tarde, la primera sería de un gris perla para el cielo, y con la segunda trazaría una leve cortina de humo blanco para la neblina.

Y hablando de pinceladas, mientras camino, pienso en las escenas de la vida. Si, desde los cuadros llenos de dedicación y técnica como podría ser el de una pareja jurándose fidelidad eterna ante el altar, como los más ordinarios y sencillos, como el de un franelero sentado al borde de la acera.

En mi paseo de esta tarde he tenido ojos solo para un par de lienzos vivos. El primero me lo ofreció el clima mismo. Una tarde más o menos nublada, una neblina tímida como espiando detras de la cortina. Humedad en el ambiente. Y seriedad... mucha seriedad. O más que seriedad, quizás indiferencia. En resumidas cuentas, un cuadro frío, sin mucha expresión. Uno de esos cuadros que sirven de adorno, pero en el que rara vez te detienes a observar la composición.

La seunda escena me sacó de mi "enmimismamiento" para comenzar a mezclar los colores y trazos del segundo cuadro.

Atravieso por el frente del area de urgencias de un hospital. Hay mucha gente. Hombres, mujeres, taxistas. Prácticamente no hay niños. Unos sentados en el suelo, otros de pie recargados contra el muro, algunos más dando nerviosos y cortos paseíllos. Mis ojos se detienen un instante ante una mujer que llora casi sin poder ya llorar. La rodean algunas personas que intentan consolarla. Uno le toma el brazo, otro le da palmaditas en la espalda.

En los ojos de todos se lee lo mismo: cansancio, ante todo cansancio, pero también preocupación. Y también, aunque muy sutilmente, resignación.

Y este último destello me lleva en pensamiento a la celebración tan mexicana del día de muertos. Fiesta con sabor a antiguo. Fiesta de flores amarillas y papel de China color morado. Pero fiesta también que habla de resignación. No es fiesta de la muerte, porque como diría Arjona en su canción, "Y es que aquí, (en México) lo que se ama nunca muere". fiesta, pues, de resignación y esperanza.

Algunas horas más tarde y casi sin darme cuenta, me encuentro de nuevo ante la puerta de mi casa. Creo que al final de mi caminata por las calles calladas he encontrado el motivo general de mis cuadros. Si tuviera que dibujar un lienzo con las escenas vistas hoy, sin duda lo llamaría, "Se acerca el día de muertos"

Toco la puerta... me abren... entro y comienzo a traducir a tinta mis pensamientos.

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