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Dicen que cuando Dios
creó el cielo y la tierra, creó también al día y a la noche. Y el día fue para
los hombres motivo de alegría. Apenas clarear el alba ellos salían de sus
casas, hacían sus labores, festejos, y actividades varias. Pero al comenzar a cubrir
las sombras la tierra, los hombres se aterrorizaban y de inmediato se
refugiaban al interno de sus casas.
La noche estaba sola.
La noche estaba triste. La noche quería también ver a los hombres, convivir con
ellos… que le contaran sus secretos, pero ellos le temían porque todo era
oscuridad y sombra…
Un día Dios escuchó un
llanto como de quien llora sobre la almohada… triste y callado. Se acercó a ver
cuál de sus creaturas pasaba por ese mal momento y se percató que era la
Noche. Le preguntó que qué le pasaba…
La noche acongojada le
contó sus dolencias. Estoy sola, los hombres me temen, hasta los animales se
ocultan cuando llego yo a cubrir el cielo.
Dios se conmovió y le
dijo a la noche. Recoge tus lágrimas, ellas serán motivo de asombro para los hombres
y al tiempo que se las esparcía a lo largo y ancho del cielo, las hacía brillar
y parpadear. Y por último, Dios le dio un beso a la noche, un beso que la
acompañaría por edades sin término. La luna.
La noche no volvió a
estar sola. Los hombres se interesaron en
las estrellas y enamorados de su hermosura, le cantaron a la Luna, le
contaron sus más recónditos secretos y le confiaron sus más íntimos anhelos.
Por eso cada vez que hay Luna llena, debemos acordarnos de aquel momento en que
Dios le dio un beso a la noche.
Muy bueno mi estiimado.
ResponderEliminarGracias por compartirlo, buen día!!
ResponderEliminarGracias por regalarme unos minutos de tu tiempo para leerlo Lupita! Hasta ahorita vengo a ver tu comentario. Saludos. Me debo a mis lectores Dios te bendiga.
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